Del 'shock' y el rechazo a soliciar asistencia y asumir que "no hay ninguna persona curado": las víctimas narran el día a día tras la catástrofe
SANTIAGO DE COMPOSTELA, 16 Feb.
Las consecuencias físicas y sicológicas que padecen, diez años después, los pasajeros del tren Alvia que descarriló en la curva de Angrois protagonizan por tercer día consecutivo el juicio por el incidente, que se lleva a cabo desde octubre en la Cidade da Cultura, en Santiago, desde esta semana basado en la reclamación civil por daños y perjuicios.
Una superviviente ha proclamado este jueves que, como otros, desde ese momento no volvió a montar en ferrocarril, un medio de transporte en el que le "encantaba viajar" y que era el que le daba "mucho más seguridad".
Por las consecuencias que padece, ha quitado los espéculos de su casa. "No puedo tener espéculos pues verlo es recordarlo todos y cada uno de los días de mi vida", ha contado.
Como otros presentes que han comparecido desde este martes, esta víctima de la catástrofe de A Grandeira se ha referido al "silencio de muerte absoluta" entre los furgones. También a los chillidos de auxilio y específicamente a uno "poco a poco más tenue hasta el momento en que se apagó".
Del mismo modo, y frente a las cuestiones de su letrado, ha rememorado la "eternidad" de tiempo que tuvo la impresión de estar atrapada en un primer instante. "Para mí fue como una vida", ha advertido, en semejanza a lo contado por otros presentes. "Se me iba la vida, me moría", dijo entre gimoteos.
Además, a las cuestiones del letrado que la representa, ha apuntado que recibió régimen a lo largo de meses y que lo ha retomado "a causa de que saliese todo" en los medios.
"Hacía mi vida habitual. Intentando no meditar (...) Entiendo que estas cosas hay que solucionarlas desde adentro. Forma una parte de mi forma de ser (...) Había que ir 'palante', es mi forma de comprender la vida".
De este modo se pronunció al comienzo de la sesión otra de las víctimas que desde este martes declaran en calidad de presentes para reclamar daños y perjuicios por los hechos, de los que están acusados, en la parte penal, el maquinista y el ex- directivo de seguridad de Adif.
Este hombre, que no padeció lesiones de gravedad y en verdad asistió a socorrer a múltiples pasajeros, aseguró que no solicitó la baja médica tras el siniestro ferroviario y también procuró continuar su historia "habitual".
Sin embargo, a lo largo de su comparecencia, que inició relajado, ha roto a plañir en varias oportunidades para terminar confesando que "esto" le ha "superado", más allá de haber visto muertos a lo largo de su previo vida profesional. El ámbito de la curva de Angrois, donde fallecieron 80 personas y 140 resultaron lesiones, no tenía "nada que ver", según ha subrayado.
Aquel día, el 24 de julio de 2013, este ciudadano se había montado en el tren puesto que hacía el Camino de Santiago. Viajaba con Cristóbal González, quien tras el descarrilamiento se transformó en presidente de la asociación de perjudicados que desde un primer instante se posicionó para soliciar las indemnizaciones por lo sucedido.
"Aquí no hay ninguna persona curado. Otra cosa diferente es que deseamos continuar hacia adelante. Pero toda vez que recuerdo esto, que cada vez es mucho más tiempo... No estoy curado. ¿Si voy al sicólogo? No voy al sicólogo", ha expuesto, antes las cuestiones del letrado que representa a la empresa de seguros de Adif.
La etapa que ha iniciado esta semana el proceso por la catástrofe de A Grandeira es la relativa a la compromiso civil, que se dirige contra las empresas de seguros de Renfe (QBE) y Adif (Allianz).
La madre de otra superviviente ha comparecido mucho más adelante en la salón de vistas y ha expuesto que su hija "desea olvidar todo el desarrollo y el incidente y que se finalice lo antes posible".
Esta víctima "era inútil de trabajar" tras el descarrilamiento. "No deseaba entender nada de nada. Yo claro, no la iba a llevar de la oreja, pues era mayor de edad. Casi no salió de casa. No hacía vida popular. Le repercutió tanto que la vida popular, en verdad, le resulta dificultosa", explicó su progenitora.
La perjudicada ha contado que aquel día acababa su contrato como interina y que este no le fue reconocido como un incidente 'in itinere'. Después, estuvo 4 años sin trabajar pues "psicológicamente no podía regresar", ya que "el destino implicaba moverse y tener la cabeza en condiciones".
Pasado el primer año, fue llamada para trabajar y entonces se le reconoció la baja. "Su contestación fue inhibirse completamente de la verdad. No deseó entender nada", ha ahondado su madre.
"Mi hija no charló jamás mucho más del tema. Es muy retraída", ha proseguido. "Hay cosas que no me contó aún el día de hoy, hace diez años, qué vio al escapar del tren. Es la manera que ella tiene de defenderse", ha resumido.
Otra víctima ha contado su dura experiencia: "Si bien te parezca que no precisas asistencia, andas en shock", ha señalado. Al principio, "deseaba recobrar" su historia, "olvidar y meditar que todo eso no había pasado", aseguró.
Sin embargo, se mostró agradecida a quien le persuadió de recibir régimen psicológico, por el hecho de que le "dio la vida". "Precisas asistencia, si no, no puedes salir de ahí. No andas listo. Es irrealizable", ha remarcado.
Por eso solicitó "cita" a su seguro, ya que "en ningún instante absolutamente nadie" de la sanidad pública se puso en contacto con ella. "Atención cero. Yo me debí buscar la vida. Fui a mi seguro y les dije lo que me había pasado", ha destacado.
Esta tercera día asimismo han comparecido por videoconferencia los progenitores extranjeros de una víctima que murió, donde fué una corto intervención.
Otra madre que viajaba al lado del que por entonces era su marido y sus 2 hijos ha contado que ella iba "caminando entre furgones" instantes antes del descarrilamiento, pues lloraba la bebé y trataba de aliviarla.
Por algo que ha atribuido a "un milagro", la pequeña "se quedó dormida". "Conseguí sentarme y en el instante en que me senté, pasó todo", ha remarcado.