La asociación gallega Exeria transporta prácticamente 30 años peleando contra una Iglesia patriarcal: "En otros ámbitos existe igualdad cuando menos sobre el papel, aquí no contamos ni eso"
SANTIAGO DE COMPOSTELA, 4 Mar.
A finales de la década de los 90 el Papa Juan Pablo II publicó una Carta Apostólica donde cerraba la puerta "de manera determinante y también irrevocable" al sacerdocio femenino; un archivo en el que se aconsejaba "que las pequeñas no subiesen ni al altar". "Absolutamente nadie logró caso pero dado que lo afirmara fue un chispazo. Ahí las mujeres afirmaron: Tenemos que realizar algo".
Así cuenta a Europa Press Marisa Vidal, teóloga feminista y presidenta de la Asociación Mulleres Cristiás Galegas-Exeria, el nacimiento en 1996 de una asociación "circular y participativa", formada por --así como ellas mismas se definen-- "mujeres católicas, gallegas y feministas" que procuran la igualdad en el seno de la Iglesia.
"Sí, somos feministas, peleamos por nuestros derechos. En otros estamentos al menos la igualdad está sobre el papel, si bien entonces las cosas no sean tan simples, pero en la Iglesia, no poseemos ni eso", asegura Elvira Santos, tesorera de la asociación.
El feminismo, "aun sin ponerle esa palabra", siempre y en todo momento estuvo que se encuentra en la vida de Elvira, la primera mujer en A Coruña en una clase de Profesor Mercantil ("una profesión que no existe"), que a fines de los años 60 sacó plaza para trabajar en la Junta de Puerto de Marín y que fue testigo de los asaltos "machistas" por la parte de jefes y compañeros a la primera directiva general del Ministerio. "Todo eso fue, en mí, removiéndome. ¿Qué pasa aquí?", cuenta.
Con esa agitación, y con los periodos de capacitación que organizaban las mujeres cristianas gallegas, comenzó a "realizar una reflexión profunda, a conseguir contestación a esas inquietudes".
Para Marisa hubo "distintas dolores". "Llevo en la Iglesia toda la vida y en el momento en que te afirmaban, 'tú ahí quietecita', eso picaba. Pero conocer la teología feminista fue el click. Recuerdo un acercamiento en 2001 en el Monte do Gozo con 350 mujeres, comentando de cristología feminista y meditar: esto era".
Para que Exeria emplee expresiones como patriarcado sin ambages, el viaje no fué solo personal, asimismo hubo un estudio en nuestra asociación, que cuenta ahora con 27 años de trayectoria. "Debimos medrar, que comprender lo que significaba ser cristiana y feminista. Del feminismo yo sabía poquísimo, si bien tenía muchas intuiciones, pero a partir de leer y reunirnos, entendimos que era algo lógico por el hecho de que el cristianismo es verdaderamente eso, la igualdad entre todos. Lo que pasa es que, como en el resto, durante los siglos las cosas fueron inclinándose mucho más para un lado que para otro", cuenta Elvira.
Preguntadas por sus metas, matizan enseguida que no se habla, "como varios opínan", de que deseen "ser curas". "No. Queremos ser lo que deseamos ser", afirma la tesorera, que afirma que la Iglesia por el momento no puede dejar fuera de los estamentos de poder a la mujer.
"Yo no deseo mujeres ordenadas solo a fin de que hagan lo mismo que ellos. No llegamos hasta aquí solo para lograr ponernos una casulla", participa Marisa. Abogan por otro género de presbiterado, que sea de servicio y basado en una red social de iguales.
Las mujeres católicas, enseña la teóloga, están contra el clericalismo, "el mal mucho más grande que está en la base de los abusos". "Todo se apoya en ofrecerle toda la potestad al clero y eso no era de esta forma en un comienzo. Jesús predicó una revolución en el judaísmo que exactamente procuraba terminar con la clase sacerdotal", justifica.
Argumenta que tenía sentido en la Edad Media, ya que la Iglesia debía cuadrar en una sociedad estructurada jerárquicamente. "No sería lógico meditar en una institución estructurada al revés de su sociedad, y eso es justo lo que sucede el día de hoy. Y eso nos mata", lamenta.
El cambio, influyen, debe comenzar por nuestra liturgia. "No pensamos igual en este momento que hace x siglos. Hay que comprobar los contenidos escritos bíblicos, no para evaluarlos, sino más bien para actualizarlos", apunta Elvira. "No se tienen la posibilidad de decir cosas como 'Marido, quiere a tu mujer, y Mujer, sométete a tu marido. Eso es imposible proclamar el día de hoy".
"La liturgia nos configura y no se la cuestionan. No hay sentido crítico", participa Marisa. Apuestan asimismo por un lenguaje "comprensible y congruente con la creencia" a fin de que a la multitud le llegue. Elvira aun va mucho más allí y también insta a "aclarar esa imagen de un Dios tan masculino y poderoso" y buscar caras mucho más plurales.
Aprueban los pasos dados por el Papa Francisco, "atrayentes, valientes y que no son tan tímidos como aparentan". "Este hombre está acometiendo, de tapadillo, una reforma total de la curia. Si tenemos la posibilidad de realizar palanca en algún instante, va a ser en el momento en que la composición logre contestar a esa palanca", apunta Marisa.
Sin estas transformaciones, no auguran un futuro muy halagador para la Iglesia, con cada vez menos seguidores. "Este es el instante en que la jerarquía eclesiástica debe percibir lo que debemos decir. Si no desean mudar, el último que apague la luz".
Elvira intercede, mucho más ilusionado: "Yo deseo meditar que no va a haber un último que apague la luz, que va a haber otros antes que enciendan otras. Lo triste es que escuchen por el hecho de que no les quede mucho más antídoto, por el hecho de que si no, deben cerrar. Porque las que nos encontramos manteniendo la Iglesia, en la base, somos las mujeres".
La invisibilidad, admiten, es algo que va aparejado al binomio 'feminista católica', incomprensión que frecuentemente hallan asimismo en nuestro movimiento. En esto influye, según cuenta Marisa, el pasado franquista de España. "La Iglesia estuvo muy identificada con Franco. Y aún llegas a cualquier lugar y afirmas que eres católico y se sorprenden pues parecías de izquierdas. Esa identificación con la derecha, con lo conservador, asimismo nos juega en contra".
Eso y el desconocimiento de la Iglesia generalmente, y de cristianas feministas de siglos pasados particularmente, tampoco contribuye a la causa. "En este momento se comienzan a ofrecer pasos, se está conociendo a estas figuras en el feminismo, pero es cierto que se prosigue valorando menos", reconoce Elvira.
Admite Marisa que la suya es una situación dificultosa, de estar al filo de todo. "Pertenece a nuestra identidad, estar en la frontera. Del feminismo, de laicos y fieles. Y con la polarización que hay, o sea ir contracorriente y es bien difícil. Nos marcan una agenda a nivel político y popular donde todo es blanco o negro, sin matices, y si afirmas que hay, te censuran. Y eso es penoso y arriesgado, y estimula los intereses de esos contra los que luchas", lamenta.
Cuestionadas sobre los motivos por los cuales no se pone el foco en su pelea, asimismo responden sin vueltas. "Porque los escándalos solo atraen si afectan al poder, y las mujeres en la Iglesia no lo contamos". "Cosas como los abusos sexuales o la homosexualidad afectan de forma directa al clero, y eso tiene un régimen distinto", razona Marisa.
Empiezan a conocer la luz en el final de ese túnel de lo que llaman un "hervir" que se prolonga por toda Europa. En España, lo hacen bajo el paraguas de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia, que nace en el mes de marzo de 2020 partiendo de la interfaz Alcem-la-Veu, construída en Barcelona por distintos colectivos de mujeres feministas católicas. Aquel año, recuerda Marisa, eran ocho las ciudades que se habían sumado a una concentración reivindicativa --que borró la pandemia--, y este son ya 21 las localidades que este 5 de marzo acogerán actos.
Elvira responde de manera rápida y sin vueltas una última pregunta sobre si quieren aclarar algo: "Que hay promesa". "Nuestra aportación no puede quedar esconde, no tenemos ganas estar mudas. Ahí está nuestra pelea y se van a ir logrando cosas, si bien nosotras por el momento no lo observemos". "La piedra va a ir 'abalando', tercia Marisa.