El siglo XVIII fue una época de gran esplendor para la nobleza gallega, especialmente para aquellos que poseían pazos, que eran grandes propiedades rurales con una gran casa señorial en su interior. Estos pazos eran el centro de la vida social y económica de la nobleza gallega y su construcción y decoración reflejaban la riqueza y el poder de sus dueños.
El Pazo de Oca es uno de los más destacados y es conocido como el "Versalles gallego". Fue construido en el siglo XVIII y cuenta con unos bellos jardines que están conformados por una variedad de especies de origen europeo y americano. Los jardines del pazo han sido catalogados como Bien de Interés Cultural.
Otro pazo importante es el Pazo de Raxoi, que se encuentra en Santiago de Compostela. Fue construido en 1766 por el arquitecto Domingo de Andrade y actualmente es la residencia del Presidente de la Xunta de Galicia. El pazo cuenta con una fachada barroca espectacular y en su interior destaca la escalera principal, que ofrece una imponente vista del edificio.
El Pazo de Mariñán es otro pazo destacado que se encuentra en Bergondo, provincia de A Coruña. Se construyó en el siglo XVIII y es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura barroca gallega. Su interior está decorado con una gran variedad de pinturas y esculturas y cuenta con una extensa biblioteca que posee importantes obras literarias.
La vida en los pazos era muy diferente a la de las ciudades. Los dueños de los pazos eran los señores feudales y tenían poder sobre sus trabajadores y campesinos. La vida era muy tradicional, lenta y ordenada. Los habitantes de los pazos vivían en una especie de burbuja social y económica donde la vida giraba en torno a la casa señorial y sus actividades.
Uno de los motivos más destacados para la construcción de los pazos era el de ser la sede social y económica de la nobleza gallega. Eran el lugar donde se celebraban las grandes fiestas, donde se organizaban las cacerías, donde se negociaba y se trataban los asuntos económicos más relevantes.
Los días en los pazos comenzaban temprano y estaban marcados por la rutina. Comenzaban con el desayuno, que en algunos casos era una comida muy copiosa. A continuación, los caballeros se dedicaban a la caza o a otras actividades al aire libre y las mujeres se quedaban en la casa haciéndose cargo de las tareas domésticas. Después del almuerzo, que solía ser a media mañana, los habitantes de los pazos se dedicaban a sus ocupaciones habituales.
La construcción y decoración de los pazos eran impresionantes. Los pazos se construían con los materiales más nobles y su decoración estaba compuesta de finos detalles. Las paredes estaban cubiertas de grandes cuadros y grandes espejos colgaban de sus muros.
En los pazos destaca la presencia de diferentes tipos de techos, desde abovedados hasta con lazos y con vigas de madera que resaltaban la elegancia de la construcción. Los techos eran decorados con estucos, que eran trabajados por los mejores arquitectos y artesanos de la época.
En resumen, los pazos gallegos del siglo XVIII reflejan el poder y la riqueza de la nobleza de la época. Su construcción y decoración los hacen auténticas joyas arquitectónicas y culturales que deben ser preservadas para las próximas generaciones. Además, su importancia histórica y cultural no puede ser subestimada, ya que son un testimonio vivo de una época muy diferente a la actual.