Crónica Galicia.

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Francia descubre 3.350 barriles de desechos radiactivos en el océano Atlántico.

Francia descubre 3.350 barriles de desechos radiactivos en el océano Atlántico.

Recientes hallazgos en la Fosa Atlántica informan que las tasas de radiación en el área no superan los niveles normales, según declaraciones de la expedición francesa Nossum.

MADRID, 11 de julio.

Este viernes, los investigadores de la misión Nossum han informado sobre el descubrimiento de 3.350 bidones radiactivos en el fondo marino, junto con indicios de fugas que podrían ser de alquitrán, aunque sin lecturas alarmantes de radiación.

Compuesta por 20 expertos de Francia, Noruega, Alemania y Canadá, la expedición utilizó el robot submarino Ulyx para capturar imágenes detalladas de los bidones, que se encuentran a más de 4.000 metros de profundidad, según un comunicado oficial de la misión.

Las fotografías tomadas han permitido realizar un análisis preliminar que muestra que los bidones presentan un "estado de conservación variable", reflejando signos de corrosión y la colonización por anémonas. Algunos bidones presentan fisuras y fugas de un material que se piensa que es alquitrán, aunque su naturaleza exacta sigue siendo un misterio.

Desde la década de 1940 y hasta la prohibición de 1993, países como Francia, el Reino Unido, Suiza, Alemania y los Países Bajos han vertido desechos radiactivos en esta zona, considerada aguas internacionales. Los bidones, destinados a albergar residuos nucleares, eran sellados con cemento o alquitrán para minimizar riesgos.

Patrick Chardon, uno de los líderes de la misión, explicó que en aquel tiempo se pensaba que el lecho marino a tales profundidades era un entorno adecuado para el almacenamiento de estos residuos, dado su alejamiento de las áreas pobladas.

La expedición no solo se dedicó a la inspección visual; también se han recolectado 345 muestras de sedimentos, 5.000 litros de agua y diversos organismos marinos para su análisis. “Las herramientas de medición utilizadas no han mostrado niveles superiores a la radiación ambiental habitual”, señaló Chardon.

A pesar de los hallazgos preliminares, el especialista en radiactividad indicó que un análisis de laboratorio podría proporcionar datos hasta 100 veces más precisos. "Como medida de precaución, mantenemos una distancia segura de los bidones", agregó.

La operación, respaldada por el Instituto Francés de Investigación y Exploración del Mar (INFREMER), comenzó en Brest el 15 de junio y concluyó recientemente, tras inspeccionar una amplia área a 600 kilómetros de la costa de Nantes en busca de estos desechos.

Chardon reveló que la extensión del área donde se hallaron los bidones es considerable, abarcando aproximadamente 163 kilómetros cuadrados, lo que se traduce en cerca de 20 bidones por kilómetro cuadrado. "Es crucial determinar si este hallazgo ha tenido un impacto en el ecosistema”, recalcó.

Durante esta misión inaugural del robot submarino autónomo Ulyx, los investigadores quedaron gratamente sorprendidos por la claridad de las imágenes obtenidas a través del sónar, lo que facilita la identificación de los bidones.

Respecto a la posibilidad de recuperar los bidones, Chardon mencionó que aunque es técnicamente factible, los costos serían exorbitantes y conllevan el riesgo de que se desintegren durante el proceso. “Cada inmersión lleva cuatro horas, así que imaginen cuántos viajes serían necesarios para recuperar 200.000 bidones”, argumentó.

Se planea llevar a cabo una segunda expedición en 2026 o 2027, con el fin de realizar un análisis más profundo de los alrededores y de los propios bidones, utilizando el robot 'Victor' o el sumergible 'Nautile'. “Aún queda mucho trabajo por hacer para analizar estos resultados y planear futuras operaciones”, concluyó Chardon.

Según Greenpeace, se estima que un total de 220.000 bidones fueron arrojados en esta área, identificándola como el lugar con la mayor concentración de residuos radiactivos en el mundo.

Recordemos que en 1982, el barco 'Sirius' de Greenpeace, junto a barcos gallegos, protagonizó enfrentamientos con embarcaciones neerlandesas para detener esas prácticas de vertido. Este evento, que captó la atención global, llevó al Gobierno de los Países Bajos a suspender la descarga de residuos nucleares en el mar.

Diez años después, en 1993, se estableció el Convenio para la Protección del Medio Ambiente Marino del Atlántico Nordeste, que prohibió el desecho de residuos nucleares de baja y media intensidad. Un año más tarde, el Convenio de Londres de la Organización Marítima Internacional implementó una prohibición global sobre cualquier vertido radiactivo en océanos.